Alguien quizás como yo
- Dania Decle
- 4 oct 2015
- 2 Min. de lectura
De pequeña, aunque mi vocación me encontro relativamente pronto, no pensaba en eso de estudiar toda mi vida o que el camino pudiera volverse de cierto modo complicado. No me planteaba que las casas se compraran con dinero y que quizás el trabajo de mis sueños no me proporcionaría lo suficiente como para tener una casa, o un perro o tal vez tres.
En lo del hombre de mi vida estaba todavía más perdida, igual y porque en las películas me habían enseñado que el príncipe azul tarde que temprano llegaría. Porque sí, he de confesar que en ese momento no pensaba en otro final para mi película que no fuera ese: yo llegando a un departamento semi iluminado, en donde me esperaba un marido perfecto y un par de ruidosos niños.
La cosa es que las prioridades han cambiado, los tiempos también lo han hecho, así como yo, y estoy segura que con el dinero con el que mis padres compraron su primer departamento, a mi no me daría ni para la entrada de un pequeño piso en París.
Mi profesión es mi vida, y que profesión tan bonita elegí, pero definitivamente, escribir es mi mejor motivo y contar todo lo que sé es mi gasolina.
Hablar de amor, para mí, es como hablar de la explosión de una galaxia de millones de años luz, o de una magia milenaría que no tiene explicación alguna. Que igual y los científicos podrán explicarlo, muy a su manera, pero a mi me sigue pareciendo igual de milagroso y fortuito que dos personas se enamoren y se entiendan. Sea como sea, con los años aprendí que existen libros capaces de robarme el aliento o de erizarme tanto la piel como algunas caricias.
Que hay vocaciones que te hacen replantearte relaciones y que hay relaciones que te hacen replantearte lo que es el verdadero amor.
Y no, no es de soñadores ir detrás de un sueño, más bien es de valientes que se atreven a luchar por todo lo que los hace sonreír.
Vamos, que lo importante de los veintitantos es darse cuenta de que la vida nunca se llega a solucionar. Que siempre habrá una piedra en el camino, instantes malos, un trabajo que no nos guste y un amor complicado.
Lo bonito es aprender que son esas notas discortantes las que nos mantiene atentos a la melodía, las que nos hacen afinar al máximo para que, al final, la canción, la película, el cuadro o cualquiera que sea la obra de arte en la que queramos convertir nuestra vida, no quede del todo mal.
Porque sí, yo de pequeña quería un Beetle descapotable para cantar "Barbie Girl" y casarme a los 25, pero creo que si me hubieran preguntado, hubiera estado de acuerdo en querer ser, ante todo, una adulta feliz.
Una persona con nudos, planteamientos y desenlaces, e ideas y sueños y buenas compañías.
Alguien, no sé, quizás alguien como yo.

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